1.10.14

Danzas junto al fuego

¿Qué tengo hoy para ti? Besos salvajes, de los que saborean mientras muerden, de los que atrapan y juegan. Suaves mordiscos como ríos de perversión que descienden de tu cuello a tu pecho. Caricias desenfrenadas bajo tu ropa, con dedos que intentan arrancarte de ti y meterte bajo mi piel y en torno al fuego de mis venas. Miradas nocturnas que prometen el mismo infierno en tu cama.

¿Qué tienes hoy para mí? Un recorrido de besos por el incendio desatado en mi cuerpo. Una sinfonía de gemidos bajo mi oído, sobre mi pecho, entre mis piernas, junto a mis labios. Un baile salvaje, desenfrenado, como quien baila junto a una hoguera y se deja llevar. Promesas perversas susurradas a mi oreja delante de una multitud.

Hoy he desatado cien incendios en tus sábanas, y cuando vengas sólo la suave perversión cubrirá mi piel. Como siempre, yo no te obligo a ello, cariño... Sólo te miro con ojos de chica buena mientras me muerdo el labio.

19.3.14

¿Una partida?

Si vienes, esperaré acodada en la mesa de billar, vestida únicamente con una camisa y esgrimiendo mi sonrisa más tentadora. Esperaré a ver el movimiento agitado de tu garganta, levantando oleadas de deseo entre nuestros cuerpos, y quizá te permita rodear mi cintura con tus manos mientras apunto a la bola. Intenta no moverla tú con tu respiración, cariño, la noto demasiado agitada en mi cuello cuando mis caderas rozan la tuya al inclinarme. Sé que te vas a tomar la libertad de dar un único paso de baile, y aquí estoy ahora, recostada sobre el verde mientras las bolas ruedan desplazadas. Vaya, cariño... no has tenido cuidado, y a la camisa sólo le faltaba un botón para desabrocharse entera. ¿Acaso tiene que ver con el jadeo entrecortado que se ha deslizado, tembloroso, por tus labios?

Si te quedas, dibujaré un nuevo mapa por tu piel con mis dedos mientras saboreo la excitación que desprende tu cuello y se resbala por mi pecho. Tus labios ruedan por mis hombros y el ambiente se caldea celoso mientras mis piernas se enredan en tu cintura. Vestiré tu piel con las vibraciones de mi garganta, y disfrutaré siguiendo la chispa del incendio que baja por tus caderas. Ten cuidado, cariño, que la perversión se esconde en cada esquina de la mesa, esperando su turno para entrar en el baile... y a mí siempre me ha gustado jugar.

5.3.14

¿Te acuerdas de mí?

Hace tanto que no te visito que es posible que te hayas olvidado de mí. De las tardes a escondidas aprendiéndonos cada surco de nuestros labios. De los dedos curiosos que exploran cinturas y pechos. Has vuelto a cortarte el pelo, erizado en la nuca como lo recordaba. Pero acabo de ver un vistazo ansioso de tus ojos, y tras él el recuerdo de aquella noche de fiesta. Sigue sin importar quién nos rodee: la curva de tus pechos está escribiendo una sinfonía a la que yo pienso poner el último movimiento.

Me encanta, ver cómo me miras mientras me acerco, el calor que empieza a encenderse en tus mejillas. No voy a empezar yo: dejaré que mis dedos recorran tu clavícula mientras te beso la mandíbula. Quizá el baile nos vuelva a encontrar juntas, la falda arremolinada en la cintura, los vaqueros en las rodillas, tus manos sujetando mi pelo mientras te hago gemir. Quizá esta vez encontremos unas sábanas que nos acojan, y pueda recorrer tu piel con mi lengua, tentando, explorando, recorriendo.

Todo depende de cómo respondas al saludo, preciosa...

29.6.12

Carpe diem

Quiero treparte, morderte, saborearte. Arrancarte la camiseta sin miramientos. Dejarme llevar por el fuego que irradia tu piel, cariño, envolverme en él como un vestido y presentarme así sobre tu cama. Deslizarme por las sábanas hasta llegar a tus brazos, y engañarte una vez ahí para conseguir que nuestra piel se roce y despierte la pasión que duerme entre tus dientes y mi cuello.

Déjame recorrer tus labios con los dedos, dibujar el nombre de la perversión en tu pecho con mi lengua, atrapar entre mis piernas tu curiosidad. Hazme susurrar tu nombre... pero susurra tú el mío también, cariño, y me encenderé al oír la palabra "deseo" cayendo de tus labios a mis caderas. Átame a tus caricias y véndame los ojos: te reto, porque cuando me desates el fuego se unirá a los gemidos. Hazme bailar, y no habrá minutos suficientes en el reloj para que el cansancio nos aplaste.
Y al día siguiente...


Pero cielo, ¿no es la noche muy joven para pensar en la mañana?